«Una poética implacable contra el dolor, una mirada al mundo que redefine el pasado, un modo de entender la literatura fuera de la norma». Pol Guasch En esta novela hay veranos, cigarrillos, piscinas, hospitales, caballos, azulejos, cemento, arena, cartas, plantas, fuego, vacaciones, amores, mentiras, verdades, vergüenzas... y también alcohol, que lo impregna todo, estropeándolo y deformándolo. Porque el padre es alcohólico. Y ella, la hija de un alcohólico. Pero ¿qué más hay detrás de ese hombre que vendía materiales de construcción y fabricaba muebles reciclando palés? A pesar de haber vivido en la misma casa durante muchos años, padre e hija apenas tienen trato. No se hablan ni se tocan, pero las miradas, los olores y los sonidos les sirven de vínculo. Y el silencio, eso que no se quiere y no se puede decir, es más un campo de batalla que una fortaleza. En su primera novela, Eider Rodríguez ha recogido los fragmentos de un padre para reconstruir, desde diferentes perspectivas y con un estilo brutal y descarnado, el relato de una familia, de una época y de un lugar, sacando a la luz los cauces subterráneos por los que circulan el amor y la vida dentro de los estrechos márgenes del entorno familiar. La crítica ha dicho**:** «Una novela que deslumbra, que se pregunta cuánto tiene la familia de refugio y cuánto de presidio. Con un estilo fino y directo es de esas lecturas que permanecen». Miguel Ángel Oeste «Un crudo viaje a la verdad. Un afilado y brillante despliegue, sin trampas ni concesiones emocionales, a través del dolor de haber crecido admirando en la distancia, casi como una notaria, a ese padre borracho». Noelia Ramírez, El País «Una maravilla. Una carta al padre, honesta y dolorosa, a corazón abierto. Una excavación y una construcción escrita con mucha inteligencia y valentía». Sara Mesa «Heredera de su inteligencia narrativa y con una sensibilidad suprema, es capaz de mostrar los matices y los pliegues del dolor para cerrar una obra hermosa y estremecedora». Ascensión Rivas, El Cultural «Una realidad que, lejos de pensarla para seguir escondiéndose, Rodríguez la destapa sin miedo para llegar a entenderla. Y lo hace a través de un material de construcción valiosísimo: la literatura y la intimidad». Ana Tenías, elDiario.es «La prosa de Eider Rodríguez, deslumbrante y afilada, nos ayuda a imaginar, pensar y sentir nuestra propia relación con la violencia no desde la denuncia moral o la ideología, sino desde espacios afectivos de incomodidad e incertidumbre». Edurne Portela «Eider Rodríguez parte de un género tan definido como la obra de duelo para alejarse de ella y adentrarse en la indagación en torno al lenguaje. […] Material de construcción, hecha precisamente de materiales diversos y dispersos, es la respuesta a esta idea, a esa voluntad de salir de la literatura más solipsista y de concebir la narración de la experiencia en términos colectivos. Rodríguez dialoga así con [Elvira] Navarro pero también con Rivera Garza». Anna María Iglesia, Revista Abril «Una prosa inteligente, precisa, sin concesiones». Kirmen Uribe «El éxito es tener el valor -y, sobre todo, la habilidad- para escribir como escribe Eider Rodríguez. Literatura es su libro. Escribir es su libro. Éxito es haberlo escrito. Costará olvidarlo y guardarlo». Marta Orriols «Un libro intenso, profundo y al mismo tiempo valiente, de una honestidad salvaje. Literatura con letra mayúscula, urgente y necesaria. Desconcertará, turbará y conmoverá a quien lo lea». Harkaitz Cano
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